El fenómeno del narcotráfico es global y complejo. En Rosario, no involucra exclusivamente a un barrio ni a un sector social: se extiende a lo largo y ancho del mapa de la ciudad. Tampoco reconoce franjas etáreas ni género.
En el mercado capitalista, la producción, circulación y consumo de sustancias prohibidas involucra un conjunto de actores sociales con funciones específicas, transitando entre la legalidad y la ilegalidad.
El rostro más doloroso de este sistema productivo y delictivo es, quizás, el de los adolescentes reclutados como “soldaditos” y trabajadores de búnkers y kioscos. Sobre ellos descarga su violencia represiva, excluyente y criminalizadora el aparato que pretende combatir el narcotráfico.
En cambio, pocas veces se identifica y se juzga a los eslabones superiores de esta cadena: los empresarios que invierten, se llevan las ganancias, controlan los circuitos de ingreso y egreso de drogas en el país e inyectan el dinero del narcotráfico nuevamente en el mercado.
El narcotráfico genera ganancias millonarias y opera en la ciudad con redes cada vez más profundas y con mayor capacidad financiera y operativa. Para ello existe, también, un dispositivo policial que se ocupa de proteger y permitir la reproducción del circuito de la droga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario