lunes, 5 de mayo de 2014

El enfrentamiento entre narcotraficantes alcanzó el nivel de "conflicto armado" y puede expandirse a más barrios, advierte la Policía

Fuente: Documentos Google

El Volkswagen gol blanco circula por Santín Carlos Rossi y se detiene en la intersección con Carlos María Ramírez. Son cerca de las 18.30 del 13 de diciembre y Gustavo Eduardo Alvariza, al volante, espera la oportunidad
para cruzar cuando una moto naranja con dos ocupantes para a su lado. El acompañante se baja y, sin mediar palabra, descerraja seis o siete tiros —los testigos no pueden precisar cuántos— sobre Alvariza.

El homicidio de Alvariza, líder de la banda de los "Hermanos Alvariza", es uno de los puntos más altos del enfrentamiento en el que desde hace meses están involucrados algunos de los grupos criminales más violentos de Montevideo. Las autoridades del Ministerio del Interior, a partir de los informes que reciben de la Policía, están convencidas de que la lucha pasó a un estadio superior en los últimos tiempos y que ahora se está directamente ante un "conflicto armado" entre las bandas, dijeron a Búsqueda fuentes de esa Secretaría de Estado, que pidieron mantenerse en el anonimato por temor a represalias de los narcotraficantes.

Las hipótesis que traza la Policía al comparar la información que recaba en los procedimientos con la experiencia internacional indica que el problema empeorará en el futuro. Uno de los indicios que más preocupa, según los informantes, es la aparición en Uruguay de códigos de conducta similares a los que utilizan grupos que recurren a la violencia extrema en países de la región.

La llegada al "conflicto armado" entre las organizaciones tiene sus orígenes, de acuerdo a varios informes policiales, en la crisis del 2002. Antes del quiebre, la marihuana y la cocaína eran las dos drogas ilegales más consumidas por los uruguayos. Como ocurrió en áreas de la economía formal, los vendedores de cocaína tampoco pudieron cubrir las deudas que mantenían con sus proveedores extranjeros.

En ese momento, explicó un oficial que ocupa una posición clave en la Policía, en Uruguay había pasta base de cocaína pero se utilizaba para procesarla y obtener el polvillo blanco que después era enviado a los principales mercados del mundo: Europa y Estados Unidos. Aquejados por las deudas con sus proveedores —organizaciones criminales extranjeras poderosas— los narcos uruguayos decidieron vender una versión fumable de la pasta base, como si fuera el crack que se consume en Estados Unidos pero sin la misma pureza.

"Las bocas de drogas se multiplican inmediatamente y cantidad de gente que había sido desplazada por la crisis hacia los asentamientos se prende a la distribución de la pasta base porque le da un ingreso familiar de 80.000 a 100.000 pesos, por lo menos", relató uno de los informantes.

Poco a poco empieza en algunas zonas de Montevideo y Canelones un proceso que el ministro del Interior, Eduardo Bonomi, y el director nacional de Policía, Julio Guarteche, han denominado de "feudalización". Ese movimiento implica que los nuevos narcos intentan generar zonas liberadas para trabajar tranquilos. Para lograrlo, amedrentan a los vecinos que se oponen a la presencia de bocas de pasta base, se vuelven benefactores de otros y tienden a "sustituir" la presencia del Estado. Ya no se trata de narcotraficantes que quieren ascender en la escala social para irse a otro lugar que les dé prestigio, sino de grupos que quieren construir un feudo en el barrio que los vio crecer.

Pero el auge de la venta de pasta base terminó pronto. El crecimiento histórico que registró la economía en los últimos años permitió que los consumidores volvieran a sus hábitos anteriores a la crisis y con eso creció la venta de cocaína, un producto de mayor calidad.

La retracción del mercado se produjo cuando las bandas ya se estaban disputando algunos barrios. Con menos compradores potenciales la lucha se intensificó, los más débiles buscaron juntarse para hacerse fuertes y todos intentaron, e intentan, armarse o contratar sicarios.

"En los últimos cinco años, aproximadamente, se observa la tendencia a la consolidación de los grupos criminales siguiendo nexos familiares, comunitarios y carcelarios en zonas que poseen una gran vulnerabilidad para contener la violencia que se esgrime, aumentando la conflictividad y el enfrentamiento violento con acciones de ‘ajustes de cuentas’, elevando el número de homicidios y lesiones personales", resume un informe policial —al que accedió Búsqueda— que circula en el Poder Ejecutivo.

El informe con los datos del 2013 del Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior indica que de los 260 homicidios cometidos ese año en Uruguay, el 31% tienen como "motivo aparente" un "ajuste de cuentas". Solo en la capital, entre 2012 y marzo del 2014 hubo 162 homicidios y 1.063 heridos por esa causa, según datos de la Jefatura de Montevideo.

"Estamos en una etapa de conflicto armado" entre los narcotraficantes, advirtió un jerarca que recibe regularmente los informes de la Jefatura de Montevideo y de la Dirección de Represión al Tráfico Ilícito de Drogas e Inteligencia Policial. "Hay una demanda clandestina de armas cada vez mayor. Cuando pueden los delincuentes se la dan a un policía o a un guardia de seguridad para quedarse con su chaleco antibalas".
La Policía tiene identificadas al menos a cinco bandas criminales importantes que se disputan el Cerro Norte, Villa Española, Malvín Norte, Ituzaingó y Cerrito de la Victoria, entre otros barrios. También hay organizaciones menores, como por ejemplo los cinco grupos que se enfrentan en el Marconi.

Las organizaciones detectadas "no demuestran una disciplina férrea y sus integrantes poseen una gran independencia para algunas acciones criminales contra la propiedad, pero sí comparten elementos de seguridad, armamento, información y colaboración para dirimir conflictos con sus rivales", sostiene el informe.

Esa "falta de disciplina" complica a las autoridades porque provoca que haya acciones que "parecen no tener sentido", lamentó un oficial. Así, un rapiñero que trabajaba con una banda puede terminar actuando de sicario para otra, explicó. "Es más", continuó, "si fuera más organizado capaz que podríamos actuar mejor porque lo que mata acá es la anarquía. Muchos tipos actuando sin ninguna lógica complica porque no se puede seguir el hilo y anticiparse a la jugada".

Si bien hay "varios enfrentamientos", la guerra de bandas que hoy centra la atención de las autoridades es la que involucra al grupo de Alberto "El Betito" Suárez y al de los "Hermanos Alvariza". Al respecto, uno de los documentos policiales que llegó a la Torre Ejecutiva informa: "El enfrentamiento particular, que tiene como epicentro el barrio de Cerro Norte entre dos grupos que disputan el dominio, viene incrementando el número de homicidios y lesiones personales y su espiral puede superar los niveles del último período por la cantidad de integrantes, la disponibilidad de armas y su adhesión a la violencia extrema".
La jurisdicción de la seccional policial 24, ubicada en el Cerro, es la zona en la que hubo más asesinatos (25) y heridos (126) entre 2012 y enero del 2014.

Ese enfrentamiento es, según la Policía, el telón de fondo del tiroteo en una cancha de fútbol 5 el 19 de enero. Cerca de la medianoche, una moto con dos encapuchados llegó al lugar en una moto, se bajó y disparó cerca de 30 tiros a un grupo que estaba al lado de la cancha. Dos integrantes de la banda de los "Hermanos Alvariza" murieron en ese incidente, que fue la represalia pensada por "El Betito" después de que mataran a uno de sus lugartenientes.

Por el momento, Suárez, que dirige a su banda desde su celda en el Penal de Libertad, es quien "está ganando" la batalla. Incluso, ayer miércoles la Policía detuvo a tres delincuentes que cometían rapiñas y que, en ocasiones, actuaban como sicarios de los "Alvariza".

Uno de los informes policiales advierte que "como efecto colateral" el conflicto armado "también puede multiplicar la conducta en otros barrios que también sufren enfrentamientos de menor intensidad, pero que en conjunto pueden constituir cifras superiores a las actuales".

Para la Policía, "El Betito" es el paradigma del nuevo tipo de narcotraficante. Surgió como rapiñero pero después pasó a dedicarse a la venta de drogas y, según los informes, fue de los primeros en "romper los códigos" y robar las bocas de drogas de sus competidores. "Empezó a ver la veta de atacar a los traficantes bajo la modalidad de entrar y copar el lugar donde tiene el dinero y la droga, y después pasó a secuestrar a sus familiares para exigir rescate", relató uno de los informantes.
Ahora es cada vez más habitual que los narcos rapiñen las bocas de otros porque saben que hay dinero. "Ahí empieza a recorrerse el camino de la venganza porque ese narco se quedaba con la sangre en el ojo".
El "núcleo principal" de "El Betito" tiene unos 50 miembros —es la organización más importante— pero además cuenta con otros "300 o 400 contactos". Las autoridades han intentado mantenerlo en "régimen de aislamiento" para que deje de dirigir a su grupo pero no lo han logrado, según oficiales consultados por Búsqueda.

Entre esos delincuentes que trabajan para Suárez hay un grupo que llama la atención de las autoridades porque utiliza un "código de pandillas" similar al de las "maras" en Guatemala, que implica identificarse mediante el uso de un tatuaje.

Para las autoridades, el "conflicto armado" no solo es un problema en sí mismo, sino que tiene otros efectos negativos generados a partir de la "carrera armamentista" que se da entre las bandas criminales.
De acuerdo con un estudio del director de la División de Estadísticas y Análisis Estratégico del Ministerio del Interior, Javier Donnangelo, el medio más empleado para cometer un homicidio son las armas de fuego. "Este predominio va, además, claramente en aumento, habiendo pasado de menos de la mitad de los homicidios ocurridos durante el 2011 al 61% de los acontecimientos en 2013", explicó. "Este nivel de participación de las armas de fuego excede largamente el que se observa en los países con las tasas de homicidio más bajas del mundo".

Pero el mayor poder de fuego de los delincuentes no solo repercute en los homicidios, sino que afecta otras modalidades criminales. "Como ahora tienen un arma, la usan para lo que sea", sostuvo un oficial. Por eso las autoridades de la Policía y del Ministerio creen que es clave reducir la cantidad de armas en circulación para detener el aumento de los asesinatos y la sensación de inseguridad. Solo en 2013 la Jefatura de Montevideo incautó 1.123 armas de fuego (6.687 desde el 2005).

Uno de los informes policiales concluye que si no se hace algo al respecto puede ocurrir que "la masiva utilización de armas para la supervivencia" se traslade "al resto de la conducta criminal" lo que hace "probable que a la par del delito violento aumente exponencialmente la percepción de ‘inseguridad’ y la demanda se intensifique sobre la policía y la adopción de medidas radicales de seguridad en las políticas".
Algunas autoridades del Ministerio, para ejemplificar lo "trastocados" que tienen los códigos los nuevos delincuentes, recurren al caso de un joven que fue apresado a fines de enero cuando iba camino a robar una boca de pasta base en la que se "movía mucha merca". Ante la pregunta de la Policía acerca de cuáles eran sus "medios de vida", el detenido, que lleva el apodo de "El Chacal", no solo no intentó mentir, sino que respondió al instante: "delinco para vivir, y poseo antecedentes penales por hurto y por rapiña".

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